En este Blogger podras encontrar una selección de cuentos infantiles, que tienen como misión Educar a los pequeños lectores.

martes, 21 de junio de 2011

El Maravilloso Mundo de los Libros (Cuento Educativo)

El timbre de salida sonó y los niños salieron de sus aulas de clases apresurados por llegar a sus casas para ver TV, jugar con sus videojuegos, pelota o en la computadora. Todos los días era igual eran muy pocos los niños que llegaban hacer sus deberes, estudiar o leer.
La biblioteca apago la luz, no había nadie la escuela estaba desierta, un suspiro desesperanzador se escucho desde un estante. El libro de cuetos salía de un rincón diciendo muy triste.
-Otro día más, y los niños ni nos miran
-Si lo hacen.- respondió el libro de lectura
-Claro a ti si porque tienen que aprender a leer-
También leen la enciclopedia.- replicó.
-Claro que si por si no los reprueban, eres el libro que lo sabe todo o casi todo. Ya ninguno lee como antes.
-Es verdad ni las aventuras les atraen.- el libro de aventura salto a la mesa, girando para dirigirse a los demás libros, que ya estaban atentos.
- Tenemos que hacer algo, tenemos que de alguna manera lograr de nuevo su atención
-Pero ¿Qué podemos hacer?- la novela clásica.
-Hermosa dama, no tengo ni la menor idea, pero pensemos somos libros inteligentes, ¿no?
-Claro que si somos libros inteligentes.- grito rebelde la novela contemporánea.
-Dinos sabio que podríamos hacer.- pregunto clásica con su voz dulce y pausada
-Pues verán a mi se me ocurre preguntar al abuelo.- la enciclopedia volteo a mirar el donde se hallaba el viejo libro, que hacía rato los escuchaba desde su rincón, era el libro de historia. Los miró con dulzura se acomodo los lentes miro a todos y dijo.
-Mis hijos queridos, todo lo que acá se hablado es muy cierto, estamos olvidados no solo por los niños si no por los adultos, no es obligatorio que las personas tengan que leer, sin embargo la tecnología no está ganado, no me mal interpreten la tecnología no es mala solo que la practicidad ha hecho que olvidemos lo bello y recreante que es leer un buen libro.
-¿Qué podemos hacer abuelo?- preguntó el libro de aventuras
-Consultar al libro mayor
-¿Y qué es el libro mayor?-preguntó el chiquillo
-Es el libro donde se guarda la magia de todas las historias escritas y las que están por escribirse
- Es decir que todos nosotros salimos de allí.- preguntó el pequeño niño que no era otro que el abecedario
-No exactamente mi pequeño abecedario, allí se guardan las historias después de escribirse, el maestro de las letras le otorga al hombre el permiso para usar la magia, y así escribir desde novelas, poemas, cuentos y libro de textos y en fin todo aquello donde pueda llevarte la imaginación.-
Todos los libros escuchaban con atención al viejo sabio, este sonrió al mirar el rostro de admiración de sus oyentes que no conocían la historia.
- ¿Y entonces como se llega allá…?
- No tan rápido mi apasionado lectura, esto es cosa de mayores y tu estas muy chico
- Ya tengo doce.- contesto altivo.-
- No se trata de la edad si no de combinar la experiencia con el desenvolvimiento.- contesto el abuelo
- Yyyy yo tengo la experiencia.- se apresuro aventuras
- Y yo la desenvoltura.- agrego clásica -
Es cierto, estoy muy de acuerdo.- dijo el abuelo
- Entonces no se diga mas.- terminó de hablar sabio Todos lo apoyaron, se decidió que Clásica y Aventura fuese a ver al libro mayor.
-Ahora querido abuelo ¿cómo llegamos allá?.- preguntó Aventura con su tono jovial
-Cuentos ábrete en la página de las hadas.
Cuento saltó a la mesa, abrió sus páginas donde le indicaba el abuelo, y una luz salió de las páginas conjuntamente con una hermosa escarcha dorada que se convirtió en una hermosa hada, todos quedaron maravillados
-Hola a todos.- su voz armoniosa dejo a todos encantados
-Hola endrina reina de las hadas te hecho venir porque…- la bella hada interrumpió
-Ya se querido abuelo he estado escuchándolos y me encanta la idea de ayudarlos, estoy muy feliz por su iniciativa de estimular a los niños en el maravilloso mundo de los libros
-Así es, debemos consultar al libro mayor.- dijo Aventuras
-Y yo los llevare gustosa con mi magia, agitó su varita mágica y Aventura y Clásica fueron llevados en una envoltura de luz y escarcha a un sendero, que subía a una montaña de piedras que estaban formado de letras y números.
-Aquí es. – dijo Clásica
-Andando.- Contestó su compañero
Se pusieron en marcha, hasta llegar a la entrada de una cueva de una cual salía una radiante luz. Entraron cautelosamente y en un pedestal de mármol se hallaba un gran libro abierto de donde irradiaba la luz resplandeciente y hermosa, los dos libros se alegraron pero cuando trataron de acercarse unos libros con armaduras le trancaron el paso
-No pueden pasar sin autorización -identifíquese…
-Déjelos pasar se escuchó una voz suave -pero maestro tengo ordenes…
-Si lo se capitán pero ellos son amigos
Este abrió el paso, Clásica y Aventura entraron y vieron a un hombre muy viejo de barba y túnica blanca.
-Somos… -si lo se, Clásica y Aventura y se a que vienen también y yo los ayudare, soy el maestro custodio del gran libro de la sabiduría…soy el guardián de las letras…- dijo sonriente.
-Maestro tenemos que llevarle a los niños el secreto del gran libro para que tomen amor a la lectura…
-Si lo comprendo el problema es que ningún libro puede acercarse a nuestro gran libro, solo puede acercársele un humano, y como el deseo de ustedes es que un niño tome amor por la lectura, deben traer a un niño. Verán los libros fueron creados por que el maestros de los dones les otorgo el permiso, para escribir y crear historias ya sean reales o imaginarias. Es por eso que solo un humano puede acercarse al libro mayor.
Aventura y Clásica fueron y trajeron con la magia de las hadas al niño que podría ayudarles. Gustavito eran un niño aplicado pero no le gustaba mucho la lectura, al principio pensó que soñaba pero luego se dio cuenta que todo era verdad, se acerco al libro y vio maravillado todo el mundo mágico que salía de allí imagínate si yo leyera todas estas historia entraría a ese mundo donde puedo encontrar lo que quiera.
-Si corazón, este mundo de fantasía se abre ante ti y te ayuda a abrir tu mente y desarrollar tus dones, puedes compartir la lectura con el otro invento y también mágico del hombre el Internet incluso compartir tu experiencia y que otros te sigan, no sería lindo.- Clásica le hablaba con tanto cariño que parecía música cada palabra.
Gustavito asintió sonriente.
-No tiene que gustarte todo tipo de lectura eso es lo maravillosos de los libros, puedes escoger lo que te apasione mas y leer lo que te apetezca.- agrego aventura.
El maestro los miraba complacido y acabó diciendo
-Los libros te brindan un mundo abierto de posibilidades, para conocer mundos de fantasía, aventura, amor, historia conocimiento
-La Internet también me lo proporciona
-Así es y gracias al Internet te puedes acercar más a la lectura, investigar y conocer, pero los libros los puedes llevar contigo a toda hora, y ahorras electricidad que es bueno para el medio ambiente y puedes descubrir a través de ellos tu potencial y quien dice que no te conviertas tu en escritor, muchos de ellos nacieron al descubrir lo que podían aportar cuando leían, la modernidad nos lleva a la tecnología para facilitarnos en nuestros día a día mas agitado comodidad, pero no hay nada más gratificante que leer un buen libro en un parque, en un café, en nuestro hogar créeme puede ser relajante, lee en Internet y busca tus alternativas en ella pero no descartes nunca un libro en tus manos.
Gustavito lo escuchaba atentamente y comprendió las palabras del maestro, asintiendo con la cabeza, sonrió y dijo finalmente
-¿Y cómo sabré que todo esto no fue más que un sueño?
-En tu corazón sabrás que no lo fue, buscaras la forma de contar tu experiencia… dijo Clásica
Así fue como Gustavito escribió un cuento que se publico en Internet y de allí saco un libro y contagio con sus historias a muchos niños que cada día gustaban más de leer. No te obligues a leer deja que fluya ante ti la magia de escoger que lectura te atrae más, y lee de a poco empieza de a chiquito y ve conquistando cada día el amor a la lectura, y descubre “El Maravilloso mundo de los libros”.

Fin
Carmen María Rondón Misle, escritora venezolana, cuento sobre el valor de los libros.

Elvis y Carol (Cuento Educativo)

Elvis y Carol siempre estaban juntos, detrás de Elvis siempre estaba Carol. Desde el principio de sus vidas Elvis y Carol nunca se habían separado. Carol siempre estaba detrás de Elvis, en la hora de comer, caminar, estudiar, durante el día y la noche, nunca se separaban. Elvis y Carol compartían juntos cada segundo, minuto, hora y día.
Los dos siempre estaban juntos. -Ya no quiero seguir comiendo, no me gustan las verduras, son feas – decía Elvis
– “No debes dejar nada” – decía Carol – Ellas te ayudaran a ser crecer y ser una persona muy grande y fuerte.
-Yo quiero dulces, yo quiero dulces, yo quiero eso, yo quiero eso que está comiendo esa niña – decía Elvis – mientras lloraba.
-“Eso es de la niña Elvis, no puedes tenerlo”, – le dijo Carol a Elvis. Al no cumplírsele su capricho Elvis se molestó, pero pronto se calmó. Pronto vieron a unos niños jugando con un carrito de juguete.
-¡Quiero eso! ¡Yo quiero eso Carol! yo lo quiero, quítales es mío – gritaba Elvis.
-“Ese es el juguete de esos de los niños, no puedes tomar algo que no es tuyo” – decía – con una voz muy firme y segura Carol.
Los dos caminaron por lo largo del bosque y Elvis se dedicó a jugar todo el camino. Pero Elvis era muy descuidado y pronto se tropezó y cayó al piso.
-¡Auchhh, auchhhh, duele mucho! – Empezó a gritar Elvis – Carol ayúdame a levantarme, que duele mucho.
-“Levántate por ti mismo Elvis, debes hacerlo tú solo” – dijo Carol, mirando directamente a los ojos de Elvis.
-Eres mala, muy mala, eres muy mala conmigo Carol, Carol no me quieres le reclamaba Elvis con una mirada muy triste.
Carol con una mirada muy triste por lo que Elvis le dijo, espero pacientemente hasta que Elvis se levantase por sí solo. Un día Elvis y Carol vieron a muchos niños que se iban a jugar al parque, Elvis muy emocionado dijo
– Carol yo iré por ahí y tu ve por ese camino -Elvis pensaba que sería más agradable la compañía de esos niños que la de Carol.
-¿Estás seguro que quieres ir solo? – Pregunto Carol
– Si, está bien estar solos por un tiempo – respondió Elvis – es que a veces todos necesitamos estar con otras personas.
Carol parecía estar muy sola, pero como vio a Elvis muy feliz no le dijo nada y solo dijo “Haz lo que quieras”.
Entonces Elvis muy feliz y emocionado, comenzó a alejarse y Carol muy triste y sola, decidió que lo mejor sería ir por otro camino. Cuando cayó la tarde, los niños con lo que jugaba Elvis, decidieron que ya era muy tarde y era hora de regresar a sus casas – Elvis dijo
– ¿Por qué se tienen que ir, si aun es muy temprano? ¿Puedo acompañarles? Y los niños les respondieron que sus madres estaban esperándolos en casa, y que todos en este mundo tenemos un lugar al que regresar, que es en donde nadie más que ellos pueden ir, así que Elvis no podía venir con ellos.
Luego de caminar tanto, Elvis pensó que lo mejor sería regresar a casa, Elvis vio una hermosa flor y dijo
- ¡Que hermosa flor, es muy hermosa, la más hermosa que eh visto en mi vida! -Pero por más que gritaba no había nadie que lo escuche. ¿Pero, porque no hay nadie a su lado? Pronto se hizo de noche, y todo se puso muy oscuro
-¡Tengo miedo! ¡Tengo mucho miedo, que alguien me ayude! – empezó a gritar Elvis –Pero por más que gritaba y lloraba, no había nadie a su lado. Pronto empezó a llover
-¡Que hermosa lluvia, me hace cosquillitas! – dijo Elvis muy emocionado, pero al igual que en otras ocasiones no había nadie a su lado, para compartir su felicidad.
¿Pero, porque no había nadie a su lado?
Luego de la lluvia apareció un Arcoíris, y Elvis empezó a gritar, lo lindo que era el Arcoíris, y se preguntó porque tenía tantos colores.
¿Pero, no había nadie que le respondiera esa pregunta?
Después de eso Elvis empezó a gritar – ¡Una estrella, una estrella fugaz! Pero por más que gritaba, no había nadie al lado de Elvis, había algo que faltaba y eso era la compañía de alguien, alguien que ya no estaba más a su lado.
Pero Elvis no sabía aún lo que era. Elvis regreso a casa, cuando entro a su casa, empezó a gritar
-¡Ya estoy en casa! ¡Ya llegue! Pero no había nadie ahí para recibirle. A la hora de comer, de jugar, de limpiar, siempre estaba solo
-¿Carol, donde estás? –Empezó a preguntarse Elvis.
El dolor que sentía Elvis era tan grande que no le dejaba ser feliz, así que Elvis decidió buscar a Carol. Pero por más que la busco en su casa, no la pudo encontrar, así que pensó que quizás afuera podría estar.
Le preguntó a una mariposa que estaba sobre una hermosa flor
-¿Señorita mariposa? , ¿A dónde fue Carol?
-Elvis tengo hambre, y ya no puedo moverme.
-Entonces le daré mi almuerzo, si – dijo Elvis.
-Gracias Elvis… Yo vi en la mañana a Carol, jugando en la playa.
-Gracias, señorita mariposa – gritó muy feliz Elvis, y de saltos en saltos se fue saltando a la playa.
Pero cuando llego a la playa, no encontró a nadie, por más que gritaba llamando a Carol, nadie le respondía. Hasta que escucho a una niña llorar, Elvis se acercó y se acerco y cuando la encontró le dijo
- ¿Por qué lloras? Y la niña le dijo que su dulce se había caído en la arena, por lo que ya no podía comerlo.
Elvis entonces saco de su bolsillo sus dulces, y se los dio todos a la niña.
-Gracias Elvis – dijo la niña muy alegre.
-Niña, ¿has visto a Carol?
-Mmm mmm, si, hace como una hora la vi, estaba en el parque.
Elvis muy feliz se despidió de la niña y se fue de nuevo saltando y saltando, hacia el parque. Pero por más que corrió, cuando llego al parque, no la pudo encontrar.
Les pregunto a unos niños que andaban por ahí. -Oigan, oigan, chicos ¿Han visto a Carol? -Y ellos le dijeron, que solo tenían un juguete y que ellos eran dos. Entonces Elvis les dijo:
– Les doy mi pelota.
-Gracias. Carol estaba viendo las estrellas arriba de esa colina – le dijeron aquellos chicos.
Todos la habían visto, pero por más rápido que corría Elvis no podía encontrarla. Pronto vio a unas estrellas fugaces caer, y pensó que Carol, disfrutaría mucho de eso.
-¿Dónde estás Carol? -Elvis empezó a llorar y llorar, día tras día lloro y pronto un rio pequeño creo, un rio pequeño de lágrimas.
-¿Carol, a dónde fuiste? Regresa pronto…
Sin esa persona a su lado, ni siquiera su cumpleaños significaba nada, siempre una lágrima brillaba en el rostro de Elvis. Elvis al abrir los ojos, vio dentro del rio que había formado con sus lágrimas a Carol. Elvis, dentro del charco de lágrimas, encontró a Carol.
-¿Carol, Carol, estas dentro del agua? – pregunto Elvis muy asombrado.
-¡Yo siempre estaba a tu lado! Cuando me buscaste yo estaba a tu lado, acompañándote, y en silencio, esperando que te des cuenta de que estaré a tu lado por siempre.
-Elvis yo siempre estaré detrás de ti, cada vez que lo desees. Aunque no podía ver a Carol, ella siempre había estado a su lado acompañándolo.
-Carol ¿Siempre has estado a mi lado?
-Así es Elvis. Pero estoy de vuelta.
-“Carol no hago nada por ti, y tu lo haces todo por mí.” -Bienvenida a casa Carol – gritó Elvis.
Después de esto ambos se hicieron muy buenos amigos, y siempre estaban rodeados de muchos amigos más. Elvis desde ese día cuido de Carol, de que su felicidad sea su felicidad. Y que ella jamás se alejara de él de nuevo.
Fin

La Magia de los Libros (Cuento Educativo)

Hace muchos años, en un pueblito llamado “El buen leer” ocurrió un hecho muy curioso. Cuenta la historia que los habitantes del pueblo amaban la lectura. En todos los hogares había una biblioteca, por pequeña que fuera. Ningún niño se iba a la cama sin haber leído o escuchado un cuentito de boca de sus papás. Los libros vivían felices pasando de mano en mano. Sabían que, gracias a ellos, los niños aprendían, soñaban e imaginaban. Pasaban sus días alegremente, haciéndose compañía unos a otros.
En esos tiempos, un libro era un excelente regalo de cumpleaños, incluso Papá Noel llenaba su bolsa con ejemplares de todos los tamaños y colores. Cierto día, llegó al pueblito una bruja que no había tenido la suerte de poder leer en su infancia y a quien sus papás jamás le habían contado un cuentito.
Se instaló en una casa alejada con una televisión como única compañía. Como se aburría bastante, comenzó a observar a todos y cada uno de los habitantes del pueblo, todos eran cultos, divertidos y con una imaginación prodigiosa. Quiso entablar conversación con sus vecinos y a pesar de ser muy bien recibida, al tiempo se dio cuenta que poco tema tenía para compartir.
No era lo mismo hablar de aquello que veía en la televisión que de historias fantásticas, de misterio o de amor. La brujita sintió envidia por todo aquello que desconocía y que tanto enriquecía a la gente del pueblo. Decidió entonces que, para estar en igualdad de condiciones, haría desaparecer todos los libros de “El buen leer”.
- ¡Hablaremos de las mismas cosas!. ¡Ya nadie sabrá más que yo, ahora seremos todos iguales! –dijo para sí.
La decisión más acertada hubiera sido comenzar a leer ella también, pero la envidia es un pésimo sentimiento que sólo nos hace tomar decisiones equivocadas.
Preparó una pócima maloliente y tomó su escoba. Sobrevoló todo el pueblo salpicando con el líquido verde cada hogar, cada escuela, cada libro. En pocos minutos, todos los libros del pueblo habían desaparecido y habían sido reemplazados por televisores. Nadie entendía lo ocurrido.
Las bibliotecas comenzaron a caerse debido al peso de los aparatos. Los niños se acostaban tristes, ya que sus papás no podían leerles un cuento. En poco tiempo la fisonomía del pueblo cambió. Los niños soñaban cosas feas, imaginaban poco, y comenzaban a olvidar palabras y datos importantes que habían aprendido.
Todo el pueblo se iba empobreciendo día a día. Ir a la escuela se complicaba pues sin libros, no era fácil estudiar. Las mamás cocinaban sólo cosas muy sencillas pues las mejores recetas que atesoraban en valiosos libros ya no estaban. Los jueces estaban en problemas, pues no recordaban de memoria todas las leyes y no podían aplicarlas como era debido.
La única que estaba feliz era la envidiosa brujita quien ahora sentía que no era tan diferente al resto de la gente. Pero sabido es que lo que no se hace con amor, no funciona.
La brujita enfermó. Comenzó a dolerle mucho la pancita y tuvo que llamar al médico del pueblo.
- Yo debería recetarle un remedio, pero la dosis justa se encontraba en el libro de medicina que ya no tengo, no creo poder hacer mucho –le dijo el doctor revisándola.
- No importa –dijo la brujita- iré a la farmacia, seguro allí podrán ayudarme.
Llegó a la farmacia tomándose la panza pues le dolía mucho, tampoco tuvo éxito.
- Lamento no poder ayudarla –dijo el farmacéutico –todos los remedios venían con un libro de indicaciones que ha desaparecido.
- Bueno, no importa, ya pasará –contestó orgullosa la bruja.
Regresó a su casa, dispuesta a acostarse y ver un rato de televisión para ver si se distraía y se le calmaba el dolor, pero no pudo hacerlo porque se había cortado la luz. El aburrimiento era mucho, las horas no pasaban más y el dolor tampoco.
- ¿Qué puedo hacer? -se preguntaba la dolorida brujita, quien sin televisión se sentía perdida.
Mientras tanto, la gente del pueblo extrañaba sus amados libros, para quien conoce el valor de la lectura, sabe bien que no hay televisión que reemplace un buen libro.
- Algo debemos hacer –dijo el alcalde muy preocupado- no puede ser que nos resignemos a no leer más, no me explico qué ha pasado con los libros.
- Hemos buscado por todas partes y nada encontramos –comentó un niño.
- Yo creo que la bruja algo tiene que ver en todo esto. Al poco tiempo que ella llegó desaparecieron todos y cada uno de nuestros libros – agregó un papá.
- ¡Es cierto! –dijo el alcalde- averiguaremos si ha sido ella y le daremos un buen escarmiento –propuso.
- ¿Irá a prisión? –preguntó el niño.
- ¡Y sin televisión! –contestó el alcalde.
Todo el pueblo comenzó a acusar a la brujita y a proponer diferentes castigos para ella.
Todos, menos el niño que pensaba bien distinto.
– ¡Esperen, esperen! – gritó el niño para que todos lo escuchen- esto no es lo que nos han enseñado los libros. De ellos hemos aprendido el valor de la justicia y de la palabra, déjenme a mí, verán que pronto todo vuelve a la normalidad. Todos callaron y el alcalde le permitió al pequeño que se ocupara del asunto.
Entusiasmado con su misión, el niño fue a visitar a la brujita, quien seguía molesta por su dolor de panza. Golpeó la puerta, se presentó y al ver su cara de dolor, le preguntó en qué podía ayudarla.
– En nada, pequeño, no eres doctor, ni farmacéutico, y aún menos electricista para arreglar el corte de luz –le dijo la bruja muy seria.
– Si estuviese entretenida, el dolor pasaría más pronto –contestó el pequeño.
– Tu lo has dicho, pero ya ves, no puedo ver televisión, por lo tanto me aburriré mucho y tu nada puedes hacer al respecto.
– No crea señora, tengo una idea –dijo el niño. Le pidió que se sentase en un sillón y le contó uno de los cuentos que sus papás le habían leído muchas noches.
De a poco, el dolor se fue pasando. La magia del cuento fue envolviendo el corazón y la imaginación de la brujita, quien se transportó por un instante a tierras lejanas y desconocidas. Por primera vez en su vida, alguien le contaba un cuento, le regalaba una historia, un momento compartido, le abría las puertas a un mundo desconocido y hermoso.
– Bella historia por cierto ¿En qué programa de televisión la has visto? –preguntó la asombrada brujita.
– Es un cuento, mi preferido. Me lo leían mis papás casi todas las noches, por eso lo se de memoria. Bueno, antes de que todos los libros desaparecieran claro está- contestó triste el pequeño.
– ¿Tienes otro para contarme? –pidió la brujita entusiasmada. Entre príncipes, princesas, sapos encantados y valientes caballeros, la tarde pasó tan rápido que ninguno de los dos se dio cuenta.
El niño volvió a su casa. En su camino de regreso se dio cuenta que no había preguntado nada acerca de la desaparición misteriosa de los libros, pero igual estaba contento, sentía que había hecho algo importante. Al despedir al pequeño, la brujita ya sola en su casa, recordó cada una de las historias relatadas por el niño y sobre todo, recordó la magia que la había envuelto mientras las escuchaba.
Se dio cuenta que nunca, jamás, un programa de televisión había despertado en ella tal sentimiento y decidió enmendar su error. Volvió a preparar una pócima, pero esta vez con efecto contrario. Tomó su escoba y volvió a sobrevolar todo el pueblo. Al poco tiempo, todos y cada uno de los libros volvieron a su lugar.
El amanecer encontró a cada biblioteca poblada de ejemplares. Hogares, colegios, librerías, todos volvían a tener sus libros como si jamás hubiesen salido de allí. Nadie fue a prisión sin televisión y nunca supieron bien cómo y por qué los libros habían desaparecido. Suponían que la brujita algo había tenido que ver en el asunto, pero ya no importaba.
Ahora era ella quien tenía la biblioteca más completa del pueblo, leía cuanto podía y se sentía feliz. La brujita aprendió mucho leyendo: historia, geografía, literatura, pero lo más importante fue que supo que nada en el mundo reemplaza la magia de un libro sostenido entre las manos o de un hermoso cuento leído por un ser querido.

Mamá Pigleta ¡No hizo nada! (Cuento Educativo)

La familia Pigleta tiene cuatro miembros, papá Pigleta, mamá Pigleta y dos hijitos, una niña llamada Pigletina y un niño llamado Pigletón, y todos viven muy felices en una casita muy hermosa de ladrillos rojos con un gran jardín a las afueras de una enorme ciudad.
Pero resulta que no todo en la vida de la familia Pigleta era color de rosa, pues nadie apreciaba lo que mamá Pigleta hacía en casa antes de irse a trabajar, y eso entristecía profundamente a mamá Pigleta que tenía que recoger cantidades increíbles de ropa sucia del piso, lavar toneladas de trastos sucios, limpiar hasta del techo las huellitas de lodo que dejaban sus pequeños, recoger los papeles que dejaba su esposo por todas partes, acomodar los juguetes, tender las camas … etcétera, etcétera, etcétera, y para cuando mamá Pigleta por fin terminaba y dejaba la casa limpia, ordenada y fragante ya no tenía tiempo de desayunar, ni de hacerse un bonito peinado o una manicura que tanta falta le hacía, siempre salía corriendo, a las prisas, y siempre llegaba tarde a su oficina, por lo cual su jefe, Don Chuletón la reprendía duramente.
Pero eso no era todo, porque Don Chuletón también se la pasaba ensuciando a diestra y siniestra la oficina, había docenas de tazas de café por doquier, los archivos estaban siempre en cualquier parte, menos en el archivero, todo tenía polvo y trocitos de caramelos de menta, había goma de mascar debajo de cada mesa y escritorio, y ni siquiera necesitaban persianas en las ventanas, porque con tanto lodo, no entraba a la oficina de Don Chuletón ni un solo rayito de sol.
Y cuando Don Chuletón comenzaba a sentirse incómodo trabajando entre tanta mugre, se le hacía de lo más fácil llamar a mamá Pigleta, que era su asistente y la ponía a limpiar aquel cochinero; lo único que hacía feliz a mamá Pigleta era pensar que por la tarde podía volver a casa con su familia y hacer algo divertido … pero aquella tarde, cuando mamá Pigleta abrió la puerta de su casa lo primero que vio fue un montón de agujeros en su jardín, seguidos de huellas de zapatos sucios que se esparcían por toda la casa hasta llegar al sofá, y la cocina parecía un verdadero campo de batalla, con todas las cacerolas sucias y manchas de mermelada por todas partes … en pocas palabras ¡la casa de mamá Pigleta parecía no haber sido limpiada en meses! Así que después de un muy largo día de trabajo, mamá Pigleta tubo que ponerse a limpiar otra vez, mientras tanto, papá Pigleta y sus hijitos veían televisión, hablaban por teléfono, jugaban con la computadora, y descansaban.
Pasada la medianoche cuando al fin mamá Pigleta terminó el enorme trabajo de limpiar lo que había sido ensuciado, tomó una decisión, hizo un montón de cartelitos que decían “¿ensució? ¡limpie!” Y fue pegándolos por toda la casa y se fue a acostar. Muy temprano al otro día mamá Pigleta se levantó antes que todos, preparó el desayuno, se puso muy guapa y se fue temprano al trabajo en donde siguió pegando sus cartelitos.
Cuando Don Chuletón vio los carteles no le importó y siguió ensuciando a diestra y siniestra, y por la tarde, cuando era hora de salir mamá Pigleta fue la primera en irse antes de que Don Chuletón la mandara llamar para pedirle que se quedara tarde y limpiara todo lo que él había ensuciado. Entonces Don Chuletón pensó que no había problema, que mamá Pigleta limpiaría todo a la mañana siguiente y muy tranquilo se fue a casa.
Aquella tarde cuando mamá Pigleta llegó a casa encontró todo hecho un desastre como era costumbre, pero esta vez la se fue directo a su habitación a acurrucarse en su cama viendo películas, con los pequeños, y al día siguiente mamá Pigleta ¡NO HIZO NADA!, llamó al trabajo para pedir unos días libres y se fue al salón de belleza, se fue de compras, salió a tomar un café con sus amigas, se puso a jugar con la computadora y no limpió nada que ella no hubiera ensuciado, con el paso de los días la casa de la familia Pigleta se parecía más y más a un enorme basurero … ¡y también olía igual! Fue entonces cuando papá Pigleta, la pequeña Pigletina y Pigletón comenzaron a darse cuenta de que ellos eran unos verdaderos puerquitos, lo único que sobresalía entretanto desastre eran los cartelitos que había hecho mamá Pigleta; y papá Pigleta tomó la escoba, una esponja y un balde lleno de jabón se puso a limpiar, entonces los pequeños también comenzaron a ayudar porque todos se dieron cuenta que mamá Pigleta hacía mucho trabajo y no era justo que ella tuviera que limpiar, después de todo, los cuatro vivían ahí y si los cuatro ensuciaban, los cuatro podían limpiar, porque cuando cenaban, cenaban juntos, cuando jugaban, jugaban juntos, cuando se divertían lo hacían juntos, entonces lo justo era que juntos limpiaran la casa.
Cuando mamá Pigleta salió de su habitación y vio que todo estaba limpio y reluciente una enorme sonrisa se dibujó en su rostro y su familia le prometió que de ese momento en adelante la ayudarían con la limpieza de la casa.
Y cuando mamá Pigleta regresó a trabajar también notó un gran cambio con su jefe Don Chuletón que al verla, en vez de recibirla con regaños le dio un gran abrazo y le dijo que sin ella en la oficina se estaba volviendo loco porque había descubierto que él era un verdadero puerco al ensuciar de tal manera la oficina y que prometía ya no hacerlo más y ser mucho más limpio y ordenado para que todos pudieran trabajar a gusto y en paz.
Por fin mamá Pigleta estaba contenta que los demás comprendieran lo importante que era ser limpio y ordenado, porque para vivir tranquilos y en paz no hace falta más que limpiar lo que uno se ha puesto a ensuciar.
Elizabeth Segoviano.

martes, 14 de junio de 2011

Dos Duendes y Dos Deseos (Cuento para Dormir)

Hubo una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que ni siquiera el existían el día y la noche, y en la tierra sólo vivían criaturas mágicas y extrañas, dos pequeños duendes que soñaban con saltar tan alto, que pudieran llegar a atrapar las nubes.
Un día, la Gran Hada de los Cielos los descubrió saltando una y otra vez, en un juego inútil y divertido a la vez, tratando de atrapar unas ligeras nubes que pasaban a gran velocidad. Tanto le divirtió aquel juego, y tanto se rio, que decidió regalar un don mágico a cada uno.
- ¿Qué es lo que más desearías en la vida? Sólo una cosa, no puedo darte más - preguntó al que parecía más inquieto.
El duende, emocionado por hablar con una de las Grandes Hadas, y ansioso por recibir su deseo, respondió al momento.
- ¡Saltar! ¡Quiero saltar por encima de las montañas! ¡Por encima de las nubes y el viento, y más allá del sol!
- ¿Seguro? - dijo el hada - ¿No quieres ninguna otra cosa?
El duendecillo, impaciente, contó los años que había pasado soñando con aquel don, y aseguró que nada podría hacerle más feliz. El Hada, convencida, sopló sobre el duende y, al instante, éste saltó tan alto que en unos momentos atravesó las nubes, luego siguió hacia el sol, y finalmente dejaron de verlo camino de las estrellas.
El Hada, entoces, se dirigió al otro duende.
- ¿Y tú?, ¿qué es lo que más quieres?
El segundo duende, de aspecto algo más tranquilo que el primero, se quedó pensativo. Se rascó la barbilla, se estiró las orejas, miró al cielo, miró al suelo, volvió a mirar al cielo, se tapó los ojos, se acercó una mano a la oreja, volvió a mirar al suelo, puso un gesto triste, y finalmente respondió:
- Quiero poder atrapar cualquier cosa, sobre todo para sujetar a mi amigo. Se va a matar del golpe cuando caiga.
En ese momento, comenzaron a oír un ruido, como un gritito en la lejanía, que se fue acercando y acercando, sonando cada vez más alto, hasta que pudieron distinguir claramente la cara horrorizada del primer duende ante lo que iba a ser el tortazo más grande de la historia. Pero el hada sopló sobre el segundo duende, y éste pudo atraparlo y salvarle la vida.
Con el corazón casi fuera del pecho y los ojos llenos de lágrimas, el primer duende lamentó haber sido tan impulsivo, y abrazó a su buen amigo, quien por haber pensado un poco antes de pedir su propio deseo, se vio obligado a malgastarlo con él. Y agradecido por su generosidad, el duende saltarín se ofreció a intercambiar los dones, guardando para sí el inútil don de atrapar duendes, y cediendo a su compañero la habilidad de saltar sobre las nubes. Pero el segundo duende, que sabía cuánto deseaba su amigo aquel don, decidió que lo compartirían por turnos. Así, sucesivamente, uno saltaría y el otro tendría que atraparlo, y ambos serían igual de felices.
El hada, conmovida por el compañerismo y la amistad de los dos duendes, regaló a cada uno los más bellos objetos que decoraban sus cielos: el sol y la luna. Desde entonces, el duende que recibió el sol salta feliz cada mañana, luciendo ante el mundo su regalo. Y cuando tras todo un día cae a tierra, su amigo evita el golpe, y se prepara para dar su salto, en el que mostrará orgulloso la luz de la luna durante toda la noche.

Autor.. Pedro Pablo Sacristán

La Fiesta de los Deberes (Cuento Educativo)

"¡Carloooos, ponte de una vez a hacer los deberes!" Hala, ya estaba su madre dando gritos. Carlos pensaba, "cómo se nota que no los tiene que hacer ella, con lo aburridos que son", y se sentaba durante horas delante del libro, esperando que pasara el tiempo y llegara la hora de la cena. Un día cualquiera, estaba sumido en su habitual búsqueda de musarañas por el techo de su habitación, cuando unos pequeños elfos, de no más de un centímetro de altura, aparecieron por la ventana.
- Buenas tardes, chico grandullón ¿nos dejas tus deberes para jugar? -preguntó uno de ellos cortésmente.
Carlos se echó a reir.
- ¡cómo vais a jugar con unos deberes, pero si son lo más aburrido que hay!. Ja, ja, ja... Tomad, podéis jugar con ellos todo el rato que queráis.
El niño se quedó observando a sus invitados, y no salía de su asombro cuando vio la que montaron. En menos de un minuto habían hecho varios equipos y se dedicaban a jugar con el lápiz y la goma, el libro y el cuaderno. La verdad es que hacían cosas muy raras, como con los cálculos de matemáticas, donde para escribir los números dejaban fijo el lápiz y sólo movían el cuaderno, o como cuando hacían competiciones para la suma más rápida: cada grupo se disfrazaba de forma distinta, unos de Papá Noel, otros de calabaza de Halloween, otros de bolas de queso, y en cuanto terminaban paraban el reloj; el que ganaba tenía derecho a incluir su dibujito en el cuaderno, que acabó lleno de gorros de Papá Noel y calabazas. También eran muy graciosos estudiando la lección: utilizaban canciones famosas y les ponían la letra de lo que tenían que aprenderse, y luego ¡organizaban un gran concierto con todas las canciones!
Carlos disfrutó de lo lindo viendo a aquellos diminutos estudiantes, y hasta terminó cantando sus canciones. Pero el tiempo pasó tan rápido que enseguida su mamá le llamó para cenar.
- Vaya, ¡qué rollo!. Con lo divertido que es esto...- gruñó mientras se despedía.
- ¡Claro que es divertido!, ya te lo dije; ¿por qué no pruebas unos días a hacerlo tú? nosotros vendremos a verte de vez en cuando.
- ¡Hecho!
Así Carlos empezó a jugar con sus deberes cada tarde, cada vez con formas más locas y divertidas de hacer los deberes, siempre disfrazándose, cantando y mil cosas más; y de vez en cuando coincidía y jugaba con sus amigos los elfos, aunque realmente no sabía si habían salido de la ventana o de su propia imaginación...
Y ni su mamá, ni su papá, ni sus profesores, ni nadie en todo el colegio podían creerse el gran cambio. Desde aquel día, no sólo pasaba muchísimo más tiempo haciendo los deberes, sino que los traía perfectos y llenos de dibujos, estaba muy alegre y no paraba de cantar. Su mamá le decía lo orgullosa que estaba de que se esforzase tanto en hacer unos deberes que sabía que era tan aburridos, pero Carlos decía para sus adentros "cómo se nota que no los hace ella, con lo divertidos que son".

Autor.. Pedro Pablo Sacristán

La Grandeza de un Rey (Cuento con Valor Educativo)

Había una vez un poderoso rey que tenía tres hijos. Dudando sobre quién debía sucederlo en el trono, envió a cada uno de ellos a gobernar un territorio durante cinco años, al término de los cuales deberían volver junto a su padre para mostrarle sus logros.
Así marcharon los tres, cada uno a su lugar, alegres por poder ejercer como reyes. Pero al llegar descubrieron decepcionados que tan sólo se trataba de pequeñas villas con un puñado de aldeanos, en las que ni siquiera había un castillo.
- Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores, pero demostraré a mi padre que puedo ser un gran rey - se dijo el mayor. Y juntando a los pocos habitantes de su villa, les enseñó las artes de la guerra para formar un pequeño ejército con el que conquistar las villas vecinas. Así, su pequeño reino creció en fuerza y poder, y al cabo de los cinco años había multiplicado cien veces su extensión. Orgulloso, el joven príncipe reunió a aquellos primeros aldeanos, y viajó junto a su padre.
- Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores; sin duda mi padre quiere probar si puedo ser un gran rey - pensó el mediano. Y desde aquel momento inició con sus aldeanos la construcción del mayor de los palacios. Y tras cinco años de duro trabajo, un magnífico palacio presidía la pequeña aldea. Satisfecho, el joven príncipe viajó junto a su padre en compañía de sus fieles aldeanos.
- Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores, así que la gente de esta aldea debe de ser importante para mi padre - pensó el pequeño. Y resolvió cuidar de ellos y preocuparse por que nada les faltara. Durante sus cinco años de reinado, la aldea no cambió mucho; era un lugar humilde y alegre, con pequeñas mejoras aquí y allá, aunque sus aldeanos parecían muy satisfechos por la labor del príncipe, y lo acompañaron gustosos junto al rey.
Los tres hermanos fueron recibidos con alegría por el pueblo, con todo preparado para la gran fiesta de coronación. Pero cuando llegaron ante su padre y cada uno quiso contar las hazañas que debían hacerle merecedor del trono, el rey no los dejó hablar. En su lugar, pidió a los aldeanos que contaran cómo habían sido sus vidas.
Así, los súbditos del hijo mayor mostraron las cicatrices ganadas en sus batallas, y narraron todo el esfuerzo y sufrimiento que les había supuesto extender su reino. El hermano mayor sería un rey temible, fuerte y poderoso, y se sentían orgullosos de él.
Los súbditos del mediano contaron cómo, bajo el liderazgo del príncipe, habían trabajado por la mañana en el campo y por la tarde en la obra para construir tan magnífico palacio. Sin duda sería un gran rey capaz de los mayores logros, y se sentían orgullosos de él.
Finalmente, los súbditos del pequeño, medio avergonzados, contaron lo felices que habían sido junto a aquel rey humilde y práctico, que había mejorado sus vidas en tantas pequeñas cosas. Como probablemente no era el gran rey que todos esperaban, y ellos le tenían gran afecto, pidieron al rey que al menos siguiera gobernando su villa.
Acabadas las narraciones, todos se preguntaban lo mismo que el rey ¿Cuál de los príncipes estaría mejor preparado para ejercer tanto poder?
Indeciso, y antes de tomar una decisión, el rey llamó uno por uno a todos sus súbditos y les hizo una sola pregunta:
- Si hubieras tenido que vivir estos cinco años en una de esas tres villas, ¿cuál hubieras elegido?
Todos, absolutamente todos, prefirieron la vida tranquila y feliz de la tercera villa, por muy impresionados que estuvieran por las hazañas de los dos hermanos mayores.
Y así, el más pequeño de los príncipes fue coronado aquel día como el más grande de los reyes, pues la grandeza de los gobernantes se mide por el afecto de sus pueblos, y no por el tamaño de sus castillos y riquezas.

Blancanieves (Cuento Clásico)

El Patito Feo (Cuento Clásico)

martes, 7 de junio de 2011

Los cuentos que educan.

Los cuentos son una herramienta muy valiosa para la educación de los niños y niñas, de cualquier edad, existen cuentos para todas las edades y nivel de comprensión.
Nos sirven para educar la pasión lectura y por los dibujos, la comprensión lectora, los valores, el desarrollo de las capacidades intelectual y del aprendizaje, el desarrollo lingüístico en ampliación del vocabulario, la creatividad, la concentración, la memoria, la atención, el dialogo, etc.
El aprendizaje de la lectura va muy de la mano con el compartir en familia, aparte de compartir un buen momento, se aumenta el autoestima de los niños y niñas.
Cuando se lee se pueden trabajar muchos aspectos de la comprensión. más adelante veremos diferentes maneras de trabajar los cuentos.